Nos encanta regatear, es una costumbre muy arraigada en ciertas culturas. Pero ¿se puede regatear en cualquier situación? ¿Y por qué hoy salgo con ésto? Quédate conmigo en el blog y te lo cuento.
Anda, hazme una rebajita
Y es que cuando nosotros, internamente, evaluamos un producto o servicio, y decidimos que es muy caro, nos sale el regateo casi instintivamente. Sin embargo, esta evaluación muchas veces carece de fundamento, realmente no sabemos con certeza cuánto vale ese objeto/servicio preciado que deseamos adquirir.
En cambio, a la otra parte, la regateada, el mensaje que le llega es el siguiente:
- El cliente no valora el tiempo empleado en producirlo
- El cliente no valora el tiempo de formación que me ha llevado hasta aquí
- El cliente no valora mis costes de producción
- El cliente no cree necesario que yo obtenga un beneficio
Así, en ciertos sectores, a base de repetir este patrón, nos sentimos infravalorados. Y la creencia se va extendiendo hasta el infinito. Los sectores «más regateados» son principalmente artesanos, agricultores y ganaderos, artistas…y seguro que me dejo más de uno.
El arte de regatear
¿Podrías contestar con sinceridad a estas preguntas?
- En un restaurante, ¿regateas cuando te traen la cuenta?
- En el dentista, ¿regateas a la hora de pagar la visita?
- En la tienda de ropa, ¿regateas el precio de las camisetas?
- En el recibo de la luz, ¿regateas con la suministradora de electricidad?
- ¿Tu empresa te regatea tu sueldo y cobras distinto cada mes?
La mayoría de la gente habrá contestado que no a esas preguntas. Entonces, ¿por qué regateas al artesano que se pasa horas en su taller creando piezas únicas? ¿Por qué regateas al agricultor que vende sus productos para ganarse la vida? ¿Por qué regateas el precio de ciertas cosas sin saber realmente cuál es su valor (y no solamente el económico)?
Y cuidado, no estoy diciendo que no se haya de luchar por precios justos, claro está. Pero justos significa que beneficien a ambas partes, cliente y vendedor, no sólo a una de ellas.
Es cierto que los precios llevan en ascenso muchos meses, y que la cesta de la compra está imposible, yo compro igual que tú. Nos afectan los mismos parámetros, gasolina, transporte, materias primas, electricidad, consumibles…es una cadena que al final termina afectando a todos los eslabones, y como siempre, los más perjudicados somos los consumidores.
No tengo idea de como solucionar esto, son cosas que se escapan de mi mano. Lo único que puedo hacer es sembrar una semillita en las conciencias, y la próxima vez que te veas tentado de regatear, te lo pienses dos veces antes de hacerlo. Será una señal de respeto para la persona que tienes en frente, que seguro que tiene una historia detrás, igual que tú.
Cada vez que compres un producto/servicio a un agricultor, ganadero, artesano, en un comercio o comas en un restaurante, piensa en la trayectoria de ese producto/servicio y en la persona que lo suministra.
“Si tú sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces”