Si nos sigues desde hace tiempo, sabrás que estamos muy comprometidos con la regeneración y conservación de nuestro suelo. Y esto puede parecer a priori una tontería, al fin y al cabo, es sólo un trozo de tierra, pero no, es una de nuestras herramientas de trabajo más importantes. Porque párate a pensar, sin tierras, ¿dónde plantaríamos nuestras patatas?

¿Por qué se celebra este día?
El Día Internacional de la Conservación del Suelo se celebra cada 7 de julio desde 1963. Esta fecha fue elegida en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quien dedicó su vida a demostrar que el cuidado de las parcelas influye directamente en su capacidad productiva. Bennett afirmaba que “la tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas”.
La conservación de los terrenos es crucial para preservar la biosfera, ya que los suelos desempeñan un papel fundamental en procesos biológicos, químicos y físicos que posibilitan la supervivencia de los seres vivos. La degradación de los terrenos, causada por factores como la erosión, el transporte y la meteorización, es una problemática ambiental global que debemos abordar mediante prácticas sostenibles.
¿Por qué es importante conservar los suelos?
Solo el 11% de la superficie terrestre es terreno cultivable. El suelo tarda siglos en formarse, pero puede degradarse en solo unos años.
Más del 30% del suelo del planeta está degradado por actividades humanas como la agricultura intensiva, la deforestación y el uso excesivo de agroquímicos.
Cuidar los suelos es fundamental por varias razones:
- Producción de alimentos: Los terrenos son la base para cultivar alimentos. Si no los cuidamos, afecta a la calidad y cantidad de lo que cosechamos.
- Biodiversidad: Las parcelas albergan una gran diversidad de organismos, desde microorganismos hasta insectos y plantas. Protegerlos es esencial para mantener la biodiversidad.
- Ciclo del agua: Las superficies actúan como un filtro natural para el agua. Si están degradados, afecta a la calidad del agua subterránea y los ecosistemas acuáticos. Además, éste agua de lluvia no llega a dónde debe y se pierde en forma de escorrentía.
- Captura de carbono: Los campos almacenan carbono (materia orgánica). Si se erosionan o se degradan, liberan carbono a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático. Unos suelos pobres en materia orgánica, serán terrenos incapaces de albergar vida ni de nutrir cultivos.
- Prevención de la erosión: Unas parcelas saludables evitan la erosión, que puede afectar la fertilidad y la estabilidad de las tierras. La erosión hace que se libere gran cantidad de materia orgánica por vientos y escorrentías, en cambio, en unos campos protegidos, ésto no ocurre.
¿Qué podemos hacer nosotros para cuidar los suelos?
Algunas prácticas efectivas para la conservación de los suelos incluyen:
- Rotación de cultivos: Alternar diferentes cultivos en una parcela ayuda a mantener la fertilidad de los suelos y reduce la acumulación de plagas y enfermedades específicas.
- Cobertura vegetal: Plantar cultivos de cobertura como leguminosas o pastos protege los territorios de la erosión y mejora su estructura.
- Siembra directa: Evitar el arado profundo y sembrar directamente sobre los restos de cultivos anteriores reduce la erosión y mantiene la capa superior de las tierras intactas.
- Fertilización adecuada: Aplicar fertilizantes de manera equilibrada para mantener la salud de las parcelas sin agotar sus nutrientes.
- Manejo del agua: Evitar el exceso de riego y drenar adecuadamente para evitar la compactación de los terrenos.
Éstas prácticas pueden variar según la región y el tipo de parcelas.
En resumen, cuidar los suelos es esencial para nuestra supervivencia y la del planeta. Además, si queremos que la agricultura perdure en el tiempo y además sea viable y produzca alimentos de calidad, es esencial tener campos nutritivos y libres de tóxicos. En definitiva, suelos vivos.
«Esencialmente, toda la vida depende del suelo. No puede haber vida sin suelo, ni suelo sin vida» Dr. Charles E. Kellogg